Río de Janeiro. A poco menos de un año para la fecha de entrega de la Villa Olímpica de los Juegos de Río de Janeiro de 2016, unos 7.000 obreros trabajan para concluir los 31 edificios de 17 plantas de este complejo, que tendrá 3.604 pisos en los que se hospedarán 18.000 deportistas y miembros de las delegaciones.
Las dimensiones del proyecto impresionan: toda la estructura se construye en un terreno de 800.000 metros cuadrados ubicado a casi tres kilómetros del parque olímpico, donde se celebrarán la mayoría de las pruebas deportivas, aunque muy lejos del centro de Río.
Cerca de 400 apartamentos ya están terminados y todos, incluyendo los otros 3.200 en obras, deberán ser entregados al Comité Olímpico Internacional (COI) en marzo de 2016.
Los apartamentos tienen de dos a cuatro habitaciones, con un área de 77 a 200 metros cuadrados, y ya están a la disposición de los compradores a un precio medio de 3.000 dólares por metro, aunque el mercado brasileño no está tan boyante como en otros tiempos.
Después de una gran racha de ventas acompañada de una disparada de los precios entre 2008 y 2014, el sector inmobiliario se ha enfriado en Brasil y cada vez hay menos compradores porque las tasas de interés de los préstamos han escalado hasta el 12,75 % anual, lo que encarece la financiación.
Sin embargo, eso no es una preocupación para las dos constructoras que se unieron para erigir la villa olímpica en tan solo tres años con recursos propios y la financiación de un banco público, con un presupuesto que no ha sido divulgado.
Las constructoras planean facturar 4.000 millones de reales (el equivalente a 1.300 millones de dólares) con la venta de los apartamentos, en lo que se proyecta como una operación a largo plazo.
Así lo asegura Maurício Cruz Lopes, director general de la empresa Ilha Pura, que surgió de la unión de las constructoras Carvalho Hosken y Odebrecht Realizações Imobiliárias.
“La visión siempre fue la de vender en un plazo mayor. Nunca consideramos que Ilha Pura (nombre comercial de la villa olímpica) se vendería por completo en 2015 ó 2016. Siempre estuvo en nuestro plan de negocios que se vendería una cantidad de pisos después de las Olimpiadas”, subrayó Lopes en una entrevista a Efe.
El directivo cree que la crisis por la que pasa Brasil va a “aplazar un poco” algunas de las ventas, pero garantizó que también ven en los problemas económicos una “oportunidad” de mostrar a los clientes que la construcción avanzó pese a las adversidades coyunturales.
Lopes explicó que se trata de un proyecto inmobiliario tradicional, como otro cualquiera, aunque con varias diferencias: sus grandes dimensiones, el corto plazo para las obras y el detalle de que antes de entregar las llaves al cliente, el apartamento será usado por los deportistas olímpicos y paralímpicos.
Según Lopes, el COI no va a pagar nada a la empresa, pero se encargará de todos los gastos durante el período de los Juegos.
Para el constructor, las Olimpiadas son el principal atractivo para impulsar las ventas y ya han propiciado un gran desarrollo de infraestructuras en esta zona remota del distrito de Barra de Tijuca, que de otro modo “no tendría la oportunidad” de recibir inversiones.
El terreno donde se construye la villa olímpica era un gran descampado cerca del mayor centro de convenciones de América Latina pero muy lejos de todo, a unos 35 kilómetros del centro de Río, del barrio turístico de Copacabana y del aeropuerto internacional y a 10 kilómetros de la playa más cercana.
La villa olímpica sólo ocupa un tercio del terreno disponible, por lo que el empresario ve grandes oportunidades para aprovechar el resto del área “en otros diez o quince años, dependiendo de cómo esté el mercado”.
“Si miramos tan solo hacia la villa olímpica, realmente el esfuerzo que hacen las empresas y la posibilidad de lucro que pueden obtener es desproporcionada. El esfuerzo es muchísimo mayor, pero, como miran dentro de 20 años, las empresas creen que merece la pena que esas puertas se abran en el futuro”, concluye Lopes. EFE