TOKYO2020.– A sus 20 años, Julio Rodríguez está en camino a convertirse en una estrella de las Grandes Ligas con los Seattle Mariners, pero antes apunta al oro en Tokio, donde República Dominicana, su país, hará su regreso al torneo Olímpico de béisbol, tras casi tres décadas.
“En República Dominicana, el béisbol, ya sabes, simplemente está en tus venas”, explica a Tokio 2020 Julio Rodríguez, luego de haber ayudado a su país –históricamente obsesionado con este deporte- a regresar a los Juegos Olímpicos. “Así es como decimos allí”.
Los dominicanos experimentan el juego a temprana edad.
Los juegos callejeros aparecen de la nada, como por arte de magia, en los callejones de las grandes ciudades como Santo Domingo y Santiago, y en Loma de Cabrera, cerca de la frontera con Haití en la Isla La Española, donde se crió Rodríguez. “Primero, era solo salir al campo con mis amigos, o a la calle, con una pelota de tenis y algo de cartón [improvisando un guante]. Recuerdo ir a jugar, a competir contra mis amigos del barrio. Es tan divertido ahora como era entonces”.
Al igual que el fútbol lo hace en casi todo el mundo, el béisbol, en República Dominicana, representa un escape. Para muchos, es una distracción de la dureza de la calle y las limitadas oportunidades de la vida cotidiana en un país con altos índices de delincuencia y pobreza. Pero, para otros, un pequeño porcentaje de bendecidos con talentos excepcionales, como Rodríguez, es una salida, bastante literal, hacia un nuevo mundo de oportunidades, fama y posibilidades ilimitadas.
Los juegos callejeros aprendidos a temprana edad en República Dominicana, disputados con equipamiento improvisado y sobre superficies poco fiables, crean jugadores especiales. “Cuando chicos, usamos tapas de botellas”, agrega Rodríguez sobre el juego de los niños dominicanos, que sustituyen las pelotas por tapas circulares.
Si puede batear uno de esos infames discos de plástico, que atraviesan el aire húmedo en bucle, una bola curva en el jardín puede ser un juego de niños. Por lo tanto, no resulta extraño que el camino de República Dominicana a las Grandes Ligas (MLB, por sus siglas en inglés) haya producido algunos de los mejores nombres de la máxima categoría estadounidense desde que Ozzie Virgil (padre) se convirtiera en el primer dominicano en jugar por los New York Giants, en 1956.
Las leyendas de los Boston Red Sox Pedro Martínez y David ‘Big Papi’ Ortiz, y el poderoso bateador Sammy Sosa son apenas algunos de los iconos en una interminable lista de dominicanos.
“El béisbol es un juego tan divertido”, señala Rodríguez, quien es uno de los mejores prospectos para convertirse en una estrella de las Grandes Ligas, donde su contrato pertenece a los Seattle Mariners (se dio con un bono de 1,75 millones de dólares, cuando él solo tenía 16 años). “Ganar y competir. Divertirse en el campo. Pero batear es la mejor sensación”.
“Es difícil de describir”, relata Rodríguez al hablar sobre la sensación en el momento en que la madera del bate choca con el cuero de la pelota. “Quizá sea como cuando comes tu comida favorita. ¿Ese sentimiento que tienes luego? Es la mejor forma en que puedo explicarlo. Estás tan lleno y satisfecho, esa es la alegría que tienes al batear. Los chicos que lanzan, los pitchers, son duros. Ponerse a trabajar y vencer a esos chicos, eso también es bastante genial”.
Hay un largo viaje desde las calles de Loma de Cabrera a la MLB, pero existe una vía para identificar temprano a los mejores de los mejores en República Dominicana. Sin embargo, el camino a los Juegos Olímpicos, donde estará Rodríguez este verano, es uno más complicado de transitar.
Pese a haber aportado numerosos jugadores a la MLB, el país no ha podido enviar a su selección a los Juegos Olímpicos desde el debut del deporte en 1992, hace casi tres décadas.
“Cuando pienso en ir a los Juegos Olímpicos, casi no puedo creerlo”, asegura Rodríguez que, con sus 1,90 m y 82 kg, acecha los jardines con velocidad y una anticipación casi extrasensorial para calcular a dónde irá la bola.
“Es algo tan especial, una oportunidad especial para representar a mi país de esta forma. Nadie sabe si el béisbol volverá a estar en los Juegos Olímpicos nuevamente [no estará en París 2024, pero está programado para Los Ángeles 2028]. Y aquí estoy yo, aquí mismo, ahora mismo, en medio de todo”.
Tras firmar en la MLB, Rodríguez fue cedido a varios equipos de menor nivel para ganar experiencia, una práctica común en la máxima categoría del deporte. De hecho, los dos últimos Preolímpicos, en Florida y en México, han sido parte de ese proceso.
“Hay tantos jugadores veteranos en el equipo [dominicano] y la atmósfera es tan especial”, sostiene sobre el equipo que ha clasificado a Tokio, que también cuenta con Melky Cabrera (36 años), ganador de la Serie Mundial de 2009 con los New York Yankees. “Todos nos juntamos, sin importar si eres el mayor o el más joven, como yo. Simplemente, hay una gran sensación en este equipo”.
En el particular lenguaje del béisbol, Rodríguez es lo que un mánager o reclutador llamaría ‘jugador de las cinco herramientas’. En otras palabras, puede hacerlo todo.
“Ahora mismo, es el mejor jugador en este torneo”, había dicho el mánager Héctor Borg luego de la gran actuación de Rodríguez en el Preolímpico Continental, en Florida. “Anoten ese nombre, Julio Rodríguez, porque este chico, su talento es una locura. Este chico juega diferente”.
En Florida, el jugador de 20 años encaminó a un equipo lleno de veteranos. Ante la necesidad de carreras, en el duelo contra Canadá, Rodríguez fue clave para lograr la clasificación al torneo en México, la última oportunidad, y finalmente a Tokio.
Aunque ahora vive en los Estados Unidos, nunca está lejos de casa. Es imposible no sentir que, de no habérsele augurado un futuro glorioso ya desde los 14 años, todavía seguiría intentado pegarle a las tapas de botella en las calles.
“Siempre siento orgullo de representar a República Dominicana, a mi familia y al equipo nacional. Siempre intento dar lo mejor. Es genial, sabiendo de dónde vengo”, sostiene. “Solo era un niño de República Dominicana intentando apresurar una salida, y poder ayudar a mi familia y darles algo como esto es increíble”.
Con una población de aproximadamente diez millones de habitantes, la República Dominicana tiene valioso oro Olímpico en las vitrinas. Desde su debut, en Tokio 1964, el país ha ganado siete medallas, de las cuales tres son de oro. Pero, según Rodríguez, este equipo dominicano tiene algo especial. Casi es posible ver un brillo dorado en sus ojos.
“A todos nos gusta divertirnos. Jugamos como un equipo. Nadie es egoísta en este equipo”, manifiesta Rodríguez sobre una selección que todavía tiene al inconfundible ‘Jumbo’ Díaz en el montículo, entre otros tantos veteranos experimentados que es como una escuela intensiva de posgrado. “Todos me dan pequeños detalles y consejos. Nadie es perfecto y no puedes cerrarte a cosas como estas. Estos muchachos, muchos de ellos, tienen perspectivas diferentes. Pueden ver cosas que tú no puedes. Y han pasado por cosas que tú no has vivido”.
Hablar con Rodríguez da la sensación de que algo especial sucede con este equipo de béisbol de República Dominicana. “Han estado sintonizando todo lo que hacemos”, dice la estrella más brillante en el firmamento Olímpico dominicano desde Félix Sánchez, quien se hizo con dos medallas de oro en los 400 m vallas en 2004 y 2012. “Literalmente, han seguido cada juego [en República Dominicana] y se han emocionado”.
Su mensaje para los aficionados caribeños, como para los de Seattle Mariners, que esperan contar con su mejor prospecto, es el siguiente: “Quiero trabajar lo mejor posible, para poder darles lo que quieren. Si no hago eso, los decepcionaré y me decepcionaré a mí mismo”.
“No puedo darles lo quieren si no me concentro. Lo que ellos quieren es lo mismo que yo quiero”.