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Atletas se divierten en la Villa Panamericana

Atletas se divierten en la Villa Panamericana
sábado 22 octubre, 2011 - 4:06 PM

Mariana González Guadalajara. Las noches convierten a la Villa Panamericana de Guadalajara 2011 en un espacio de convivencia, música, diversión y vida nocturna para los casi 6.000 atletas que la habitan.

Los huéspedes pasan su tiempo libre lo mismo con los conciertos en el Teatro de los pueblos, en un café, conectados a internet, en el pabellón del tequila o en el bar montado ex profeso para el lugar.

Al caer la noche, la plaza internacional de la Villa comienza a llenarse de movimiento. Los autobuses que vienen de las sedes deportivas entregan en los “puertos” a atletas cuyos rostros evidencian el cansancio de la larga jornada.

Unos pocos, los más afortunados, se pasean con su medalla al cuello, queriendo alargar la gloria alcanzada apenas unos horas antes, como sucedió con la canadiense Samantha Cornett, quien mostraba el viernes el oro en squash.

Varias camionetas atiborradas de hasta 20 deportistas y entrenadores trasladan a las delegaciones a sus habitaciones, aunque la mayoría prefiere trasladarse a pie y saludar a los colegas de otros países o comentar con los compañeros los pormenores de la competencia del día, al ritmo de la música que sale de sus portátiles.

En los cuatro edificios de departamentos, cada delegación marca su territorio. Banderas de todas las nacionalidades cuelgan de los balcones. Brasil, México, Estados Unidos, Venezuela, y Cuba muestran su poderío en los estadios y también en sus enseñas en los edificios.

Los balcones y ventanas no solo enganchan banderas: ropa húmeda de todo tipo se balancea con el viento. La delegación canadiense montó una galería de fotos donde exhibe a sus 15 medallistas áureos rodeados con guirnaldas de sus conocidas hojas de arce.

Los colombianos aprovechan el espacio para mostrar en ilustraciones sus paisajes, su fauna y sus tradicionales sombreros “vueltiaos”, mientras algunos de sus atletas salen a los jardines a escuchar un poco de “reggaeton” con unos pequeños altavoces.

Un rato de descanso en la habitación y después los deportistas acuden a cenar al enorme comedor montado en una carpa de plástico, decorado con sillas y mesas de cartón reciclado. Unos cuantos prefieren una hamburguesa o pizza de los dos restaurantes de comida rápida.

La plaza internacional se convierte entonces en una suerte de torre de Babel de acentos y formas de hablar. Para empezar, es casi obligado acercarse al pabellón donde una marca de tequila les ofrece un máximo de tres dosis de la típica bebida mexicana.

“Se acercan de todas las nacionalidades”, dice sin ser indiscreto el camarero del pabellón; pero los cubanos y los norteamericanos hacen ronda por ahí, a ver si es posible conseguir una copita extra del licor.

Hacer las compras de los regalos para la familia es también una buena alternativa para pasar el rato. La tienda ha tenido que reponer en dos ocasiones, sobre todo las zapatillas deportivas, las sudaderas, los paraguas y los peluches de las tres mascotas de Guadalajara 2011, que son los más vendidos.

Una sala de internet llena, en su mayoría de cubanos; mexicanos y argentinos que intentan ganar en un juego “Jenga” gigante; canadienses y norteamericanos que toman un café, son algunas de las estampas del entretenimiento en la Villa.

Cerca de las 10 de la noche en la terraza del bar no hay un solo asiento. Canadienses, norteamericanos y puertorriqueños se distinguen por ser asiduos clientes, dice a Efe la cajera Denisse Carmona, “pero los mexicanos son los que hacen más ambiente”, acota.

Una o dos cervezas, antes de que el camarero diga que ya no puede servirles más bebidas.

Al fondo, en el Teatro de los Pueblos, suena la música electrónica del grupo “Technicolor” y una centena de atletas bailan para olvidarse un poco del estrés de la competición. Son casi las once de la noche. La Villa panamericana está a punto de volver de nuevo a la calma.

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