Cuando el último confeti de la celebración tocó el césped del Lusail Iconic Stadium el 18 de diciembre de 2022, los millones de aficionados a nivel mundial acababan de ser testigos de la historia que recién escribía en letras doradas una selección de Argentina en el Mundial de Qatar 2022.
La de Qatar entre noviembre y diciembre de 2022, fue una Copa del Mundo única, inigualable en sus características que quizá jamás volvamos a ver en materia de infraestructura y logística, a menos de que se vuelva a desarrollar el Mundial ahí. Las 32 selecciones nacionales clasificadas a la justa más importante del futbol, se enfrascaron en el pequeño país árabe peninsular para vivir la ilusión y el sueño que cada cuatro años los futbolistas esperan alcanzar el tope del deporte.
Pero, detrás de toda esa euforia, la oscura sombra de las acusaciones de las violaciones de derechos humanos arropó a Qatar, que desde el 2010, cuando se le otorgó el torneo, se inició uno de los proyectos más ambiciosos jamás conocidos en el deporte con la creación y remodelación de ocho estadios, acompañados con una subestructura de alojamientos como hoteles y edificios con apartamentos para la renta, autopistas para la facilitación de la transportación y todo lo que serviría para el Mundial de la FIFA.
Las cifras para la creación de todo esto pudieron haber sobrepasado fácilmente los $200 mil millones, que parecieron no haber afectado en lo más mínimo en su economía al pequeño, pero poderoso país petrolero y el más fuerte suministrador de gas natural en el mundo.
Con un porcentaje de solo 11% de su población netamente catarí, la fuerza laboral comprendida por extranjeros fue la clave para que todo este sueño mundialista se llevase a cabo en alrededor de una década cuando FIFA le concedió el derecho de organización del torneo. El gobierno catarí dependió de la contratación de compañías locales e internacionales para llevar a cabo este proyecto.
Sin embargo, según las instituciones que claman por los derechos humanos, toda esta magnífica creación tuvo un costo mortal, ya que señalan que entre los más de 10 años de estos proyectos las muertes de trabajadores superaron las 6.000 personas, además de los abusos a las mujeres y particularmente laborales que incluían largas jornadas durante las horas más calientes en el desértico país. En el verano, la temperatura promedio se registra entre 95 y 113 grados Fahrenheit.
“El Estado de Qatar con sus leyes, decretos y demás, busca proteger los derechos de todas las personas que viven sobre esta tierra, sean residentes o sean nacionales, sean trabajadores, obreros o sean ya trabajadores en empresas de prestigio y demás”, explicó Richard Yosef Carrión, un colombo-libanés que trabaja para el Ministerio de Dotaciones y Asuntos Islámicos del Estado de Qatar.
Mientras que las acusaciones se dirigen al gobierno catarí, Carrión dijo que la responsabilidad recaía mayormente sobre las empresas que violaban las reglas del país hacia sus empleados.
“Qatar no impone a las compañías o a los dueños de empresas a que violen los derechos de sus trabajadores. En algún momento sucedía que algunas compañías se retrasaban y bastante en los pagos de los sueldos de los trabajadores, y entonces la ley aquí es bien severa con eso y les impuso multas grandísimas a estas empresas, e incluso algunas fueron clausuradas debido a que se descubrió este tipo de cosas, pero son cosas que suceden y no se ven porque no se dice nada”, señaló Rashad, que es el nombre musulmán de Carrión.
“Hubo un momento en que los trabajadores salieron y dijeron ‘no nos están pagando, estamos teniendo dificultades con esto’, entonces la ley se impuso y hubo sanciones grandes a las compañías que estaban retrasando o reteniendo los sueldos de los trabajadores”.
Sobre las cifras de muertes que se decretaron por las organizaciones de derechos humanos, Carrión dijo que Qatar fue abierto a mostrar sus pruebas y defender su posición.
“Esto se ha salido del contexto real”, señaló Carrión. “Los registros de estos no solamente son de personas que murieron en accidentes laborales, sino que se incluyen los que hubo en Qatar durante 10 o 12 años. Incluso se meten ahí los números de las personas que fallecieron por el COVID, muerte natural, accidentes de tránsito, por alguna enfermedad, etc., entonces todo eso lo cobija ese número y esa cifra que se sacó al mundo”.
Él señala que la interpretación de las muertes en general se basa solo en la construcción de los ocho estadios, cuando en realidad se hizo “un país desde cero” y a pesar de que las compañías eran quiénes “violaban las leyes, el Ministerio de Relaciones Exteriores habla de las indemnizaciones que el gobierno les entregó a las familias de los trabajadores sobrepasan los $300 millones”.
“Si decimos que fue una cantidad determinada durante 12 años de construcción, pues el número en realidad es mínimo y está dentro de lo que cualquier organización de derechos humanos ve como normal”.
Los organizadores del Mundial anunciaron hacia el final del torneo que por lo menos 3.4 millones de personas se hicieron presentes a lo largo del mes para ver los partidos. La mala reputación y gritos de boicot pudieran haber detenido a más aficionados, turistas o curiosos de acercarse al país árabe. Empero todo esto, Carrión asegura que Qatar también tuvo sus dudas sobre los visitantes.
“Así como afuera había miedo por la mala información que había de que en este país se oprimía y esos ataques tan absurdos que hubo en contra de este país por parte de medios extranjeros, igual sucedía aquí adentro”, explicó Rashad. “Se tenía miedo de las personas que iban a llegar, ‘estos van a venir acá y nos van a volver el país una nada’. Pero entonces se vio que se puede llegar a un equilibrio, a una convivencia y pues eso, en base a lo que el [Sagrado] Corán mismo nos enseña. Dice Dios en el Corán: ‘Los hemos creado a partir de un hombre y una mujer, y hemos hecho de ustedes naciones, tribus, para que se interrelacionan y se conozcan’”.
¿Qué aprendió Qatar de los visitantes?
“La mayor enseñanza que hubo es que si se puede convivir con los demás”, señaló. “Confirmaron efectivamente que esas enseñanzas en las que ellos fueron educados, con las del islam, que hablan de multiculturalidad, que hablan de diversidad, las aplicaron y vieron que les dio resultados”.
Momentos antes de la entrega del trofeo de campeón del Mundial, el capitán de la selección de Argentina, Lionel Messi, el emir de Qatar procedió a honrar al jugador al vestirle una “bisht”, que es una túnica presentada de manera cultural solo en ocasiones especiales a figuras destacadas y altos rangos.
Carrión destacó la reacción negativa que de inmediato tuvo la vestimenta por parte de la gente que no entendía el significado del atuendo.
“No solamente ofendieron a Messi, diciéndole que lo habían vestido con una ropa interior, o sea como mujer, sino que están ofendiendo la cultura de una nación, el sentir de millones de personas alrededor del mundo. Eso es una violación a los derechos humanos”.
Las burlas no solo se detuvieron ahí, pues en el final de algunos de los juegos de la selección de Marruecos, en la que los jugadores abrazaban y besaban a sus madres, causó que algunos internautas y un destacado presentador de la televisión danesa, Soren Lippert, los compararan con monos.
“Lo que hicieron, por ejemplo, sacando fotos de familias de monos agarrados burlándose de los jugadores marroquíes que estaban besando a sus madres… Eso es una violación de los derechos humanos. El hecho de que porque levantaban el dedo de alegría cuando metían un gol, cuando ganaron, que no, que esos son del ISIS, del Estado Islámico, que son unos terroristas, pues bueno, todo eso es ofensa, es ofensivo y es dañino, destruye la convivencia, destruye la armonía no solamente de una región, sino del mundo entero”.