North Carolina tuvo su revancha después de la dolorosa derrota de 2016 en Houston y presume su sexto título nacional, al vencer 71-65 a los Gonzaga Bulldogs, que no pudieron con la presión de su primera Final.
Gonzaga, un equipo cuyo mayor tesoro es poder presumir que es el ‘alma mater’ de John Stockton, se metió por primera vez este año al Final Four, pero quedó corto para la gloria ante la tradición de los Tar Heels, que hicieron valer su experiencia y las ganas de redimirse. Fue apenas la segunda derrota del año para los ‘Zags’, como también son conocidos, a cambio de 36 victorias.
Simplemente, el segundo revés se recordará más que los 36 triunfos.
Los Zags dominaron la tabla y tuvieron mejor puntería desde la línea de tres puntos, pero sólo les alcanzó para tener una ventaja de 35-32 al medio tiempo.
Para entonces, Josh Perkins había anotado 13 puntos para Gonzaga, mientras que Przemek Karnowski y Johnathan Williams tenían cada uno cinco rebotes. De hecho, Perkins había concretado tres de cuatro intentos de tres puntos y los Bulldogs cumplieron con un 55.6 por ciento de tino desde el perímetro.
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En tanto, los Tar Heels sólo concretaron dos de 13 intentos a distancia durante la primera mitad del partido.
Pero en menos de tres minutos del segundo medio, North Carolina montó una racha de ocho puntos sin respuesta para tomar la delantera. El dominio de 20 minutos de los Zags se había diluido.
El regreso del descanso fue parejo, pero ambos equipos estuvieron erráticos en abajo del aro. Perkins no volvió a anotar, pero Karnowski fue finalmente productivo en la pintura enemiga.
Con 24 segundos por jugar, Isaiah Hicks encestó un jumper desde la pintura y puso a los Tar Heels al frente 68-65. En la siguiente posesión de Gonzaga, Kennedy Meeks bloqueó la pelota y Justin Jackson se la llevó al otro lado de la duela para dar la estocada final.
Joel Berry se destapó en la segunda mitad y terminó con 22 puntos en el partido, el máximo anotador en la noche.
Los Tar Heels rompieron una sequía de ocho años sin un campeonato y dejaron en el recuerdo el trago amargo del año pasado. Michael Jordan puede sonreír.