PARÍS. Jornada impresionante de Stan Wawrinka. “Jugué el partido de mi vida”, no dudó en marcar el suizo tras su consagración. Minutos antes había desbordado a puro winners y tiros mágicos a Novak Djokovic por 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 en la final de Roland Garros. Segundo título de Grand Slam para él, tras Australia 2014. El serbio, en tanto, volvió a ceder en la final en París -por tercera vez- y sigue sin lograr el Grand Slam de carrera.
Control, puntos largos, movidas estratégicas. Así fueron los primeros compases de la final, con un Djokovic parado un poco más atrás en la cancha, producto de la potencia de Wawrinka. El serbio, de todas maneras, jamás cedió la iniciativa. Siempre estuvo pendiente del ataque. Así fue que ya en el primer game tuvo oportunidades de quiebre; y logró dar el golpe con la devolución en el séptimo juego para el 4-3.
Wawrinka no sintió del todo el impacto, a pesar de haber perdido su servicio con una doble falta. Continuó con su plan de abrir la cancha con tiros cruzados y cerrar puntos con winners paralelos. La velocidad de piernas y los contragolpes de Djokovic, su principal problema. El serbio mantuvo el eje y llegó a tener doble punto de set en el 5-4, pero el suizo respondió ante dos subidas a la red. Luego sí, tras levantar un break point, el N°1 pudo establecer el inicial 6-4.
Acorde al marcador, el suizo fue de menor a mayor en el segundo set. Tras pasar un momento de apuro en el primer juego, con su servicio, pasó a sentirse más cómodo en cancha. Se plantó en una posición dominante, con mayor facilidad para acelerar su bola y puso en serios aprietos a Djokovic desde la devolución. Tuvo puntos de quiebre en el 2-1, 3-2 y 4-3, pero no pudo cerrarlo. Y cuando menos se lo esperaba, golpeó. Desde el 0-30, reaccionó, generó una chance y puso el 6-4 que igualó en sets la definición.
Djokovic siguió en problemas. Su bola quedaba corta, sin peso e ideal para ser castigado por Wawrinka. El suizo ofreció su primera amenaza con la devolución en el game inicial del set y terminó quebrando con cuatro puntos perfectos a puro tiro ganador. Tras cortar una racha de 10 puntos seguidos, el suizo tuvo que dar una prueba de autoridad: salvó un break point y se puso 5-2 al frente. Todo en sus manos. Y no dudó para quedar 2-1 en sets.
En el cuarto parecía llegar la recuperación de Nole. El serbio no se rindió, siguió trabajando y no bien Wawrinka empezó a fallar un poco con sus impactos, se metió en el partido: quiebre y 3-0. Pero había más del suizo, mucho más. De nuevo en partido. Achicó cifras con un arsenal de tiros ganadores y -para destacar- una impactante movilidad de piernas para pegar siempre bien plantado. Y volvió a tomar el control, a pesar de que Djokovic llegó a salvar dos puntos de quiebre y se puso 4-3 y triple break point. Ahí, con la reacción de los tres puntos consecutivos, empezó a abrazarse al éxito.
Con el 4-4 en el marcador, tras ese juego anímico, Wawrinka volvió a quebrar. Y con su saque, tras superar algunos nervios lógicos, pudo cerrarlo. Primero, desperdició un match point; luego, levantó un punto de quiebre; y finalmente lo terminó ganando. ¿Cómo? Con un revés paralelo, su sello en la final en París.
De esta manera, Djokovic, en su tercera final en Roland Garros, tendrá que volver en 2016 con la ilusión de unirse a una lista de solo siete nombres, con títulos en los cuatro Grand Slams: Fred Perry, Don Budge, Roy Emerson, Rod Laver, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal. Sus lágrimas de impotencia en la entrega de premios, una clara imagen de la oportunidad que no pudo aprovechar.