TOKIO. Tokio culminó este sábado, hasta hacerse con los Juegos de 2020, un periplo de más de dos años inicialmente marcado por la voluntad de recuperación del tsunami de 2011 y que a punto estuvo de quedar ensombrecido al final por las fugas radiactivas de Fukushima.
Pese a que tras el batacazo de 2016 el Gobierno de Tokio había insistido frecuentemente en su intención de optar a los de 2020, la elección, en julio de 2011, de la ciudad surcoreana de Pyeongchang para celebrar los Juegos de Invierno de 2018 hizo meditar seriamente a la capital nipona sobre si presentar o no su proyecto.
Finalmente, el 16 de julio de ese año, dos días después de que el presidente del COI, Jacques Rogge, visitara Tokio y asegurara que la elección de Pyeongchang no debilitaría las opciones de la ciudad nipona, se decidió anunciar oficialmente la candidatura.
El proyecto tokiota se publicitó entonces como una manera de reavivar la psique nacional tras el terremoto y el devastador tsunami que arrasaron el noreste del país en 2011, y de organizar pruebas deportivas dentro de los Juegos en dicha región para fortalecer su recuperación.
Bajo ese espíritu y con la “parada fría” de los accidentados reactores de Fukushima a la vuelta de la esquina (el Gobierno la anunció finalmente el 16 de diciembre de 2011), Tokio presentó el logo de la candidatura, un círculo de flores de cerezo en cinco colores, el 30 de noviembre de aquel año.
Para principios de 2012 la candidatura hablaba de un entusiasmo ciudadano mucho mayor en comparación con el pobre apoyo que tuvo el proyecto de 2016 y situaba la aceptación en el 65 por ciento.
En mayo, dos meses después de que Roma declarara su retirada de la carrera, el Comité Olímpico Internacional (COI) anunció en Quebec (Canadá) que Madrid, Estambul y Tokio pasaban el corte y se disputarían finalmente los Juegos de 2020, al tiempo que Doha y Bakú quedaban descartadas.
A partir de aquí, la capital de Japón centró sus esfuerzos en potenciar el apoyo popular hacia el proyecto con costosas campañas.
Éstas y el éxito de los atletas nipones en Londres 2012, donde lograron récord de medallas (38), aparentemente mejoraron la imagen de Tokio 2020 entre los japoneses.
Los responsables de la candidatura así lo reflejaron al presentar en enero de 2013 el dossier de su candidatura, que depuraba el fracasado proyecto de 2016 y presentaba un evento compacto que se celebraría en el corazón de la ciudad.
La visita en marzo de los miembros de la Comisión de Evaluación del COI y su posterior informe dejaron muy buen sabor de boca en una candidatura que aseguraba tener para entonces el apoyo del 70% de los tokiotas.
A partir de ahí, Tokio sonó como la favorita en muchas quinielas hasta que este verano los vertidos de agua radiactiva que se declararon en la central de Fukushima comenzaron a minar su imagen.
Pero la intervención hoy del primer ministro Shinzo Abe en Buenos Aires pudo ser crucial para que el COI se decantara finalmente por Tokio.
Abe mencionó Fukushima en su presentación y respondió con convicción la pregunta del COI sobre la situación en la central afirmando que está controlada y que se compromete a que la radiación no traspase los límites de la planta.
A Tokio le quedan ahora siete años hasta los Juegos, el futuro comité organizador y el Gobierno, en cambio, van tener que demostrar desde hoy mismo que las palabras de Abe no han sido un farol.